Se sabe que la relación entre el rey emérito Juan Carlos de Borbón y la reina Letizia ha distado siempre de ser buena. Apodos despectivos como “la chacha”, “la criada” o “la plebeya” han quedado en el imaginario colectivo y marcaron a fuego un vínculo difícil entre suegro y nuera. Esta semana, la periodista Pilar Eyre ha vuelto a agitar las aguas al recordar el día en el que el padre de Felipe VI le pidió a su hijo que se separase.
Decir 2014 significa hablar de tiempos difíciles para la casa real. Corinna, la amiga cercana del entonces rey Juan Carlos, ganaba protagonismo en los titulares de las revistas y el equilibrio parecía estar cerca de desmoronarse. Los viajes de su majestad, llenos de sospechas de manejos dudosos de las finanzas, se multiplicaban a la par de los rumores. Y, en medio de todo esto, la presencia de Letizia y su mala relación con su suegro.
“El principal obstáculo para que Felipe reinase no era su falta de preparación, ya que todo el mundo sabía de sus cualidades, sino que era su mujer. ¡Y Juan Carlos le pidió que se divorciara! Y añadió que él a su vez se divorciaría de Sofía y se casaría con Corinna”, explica Pilar Eyre en su columna, sobre el pedido del hoy rey emérito a su hijo y el papel de Letizia en esta historia.
“¿Fue un propósito auténtico y formal? ¿O solo una conversación banal en una fiesta en Inglaterra? ¿Hubo planes serios?”, se pregunta, con razón, Pilar Eyre. Tal vez nunca sepamos si este episodio se trató de un verdadero plan fraguado para llegar con holgura al 40° aniversario del reinado de Juan Carlos sin Letizia o si esto fue apenas algo al pasar. Hoy, transcurridos ya siete años, parece no importar tanto.