La devaluada monarquía española está teniendo ciertas dosis de carisma con la princesa Leonor. La joven se está robando la atención del periodismo y hasta de cierto grupo intelectual: Leonor encarna ciertos valores e inquietudes de una nueva generación de chicos: ambientalistas, pacifistas y con una mirada plural en lo que a gustos se refiere. Y puede que la personalidad cautivante de la royal esté vinculada a la influencia de su madre, la reina Letizia.
En más de una ocasión, se supo que Letizia le puso ciertos límites a las obligaciones y costumbres reales. Su idea es que su familia pueda llevar una vida "lo más normal posible", pese a estar ocupando un lugar clave en el armado social, político y cultural de toda una nación. Uno de esos límites fue evitar que a la princesa Leonor le pusieran un nombre por tradición y no por elección de sus padres.
La tradición dicta que si el heredero al trono es una niña, tendría que llevar el nombre de la reina emérita, entonces la reina Sofía. Esa era la tradición y ese era el deseo del rey Felipe. Pero no el de Letizia. Otro asunto bien sabido dentro de la corona es que Letizia jamás tuvo una buena relación con Doña Sofía; más bien al contrario. Entonces, ¿cómo iba a poder ponerle ese nombre a su propia hija?
Además, está el fascinante asunto de las casas reales. La casa reinante en España es la Borbón, a la cual pertenecen familias como la Urdangarin, los Marichalar y los del rey emérito. Todas terminaron salpicadas con escándalos públicos. Letizia no pertenece a los Borbones y más bien los quiere lejos: romper la tradición y elegir ella misma un nombre que no corresponda a la historia de la Familia Borbón fue su forma de decir quién manda dentro del nuevo armado real: ella misma.